Qué es el dolor y cuál es su función en el cuerpo humano

Qué es el dolor

El dolor es un mal invitado en el cuerpo que nadie quiere. Es molesto, incómodo, frustrante, incapacitante y en algunos casos nos paraliza, impidiéndonos realizar las actividades que necesitamos hacer o que nos gustan, y en situaciones graves se vuelve insoportable.

A nivel mundial, los datos muestran que 1 de cada 5 personas padece dolor o que 1.600 millones de personas sufren dolor crónico. En España, un 5% de la población adulta manifiesta dolor diariamente y un 32% padece algún tipo de dolor. Alrededor del 30% refiere haberlo sufrido en las últimas 48 horas, más del 40% en la última semana y casi un 80% en los últimos 6 meses.

Nadie quiere sentir dolor: es el enemigo constante del bienestar y forma parte de nuestras vidas. Sin embargo, bajo esa percepción negativa se esconde una realidad biológica esencial: el dolor es un mecanismo importante que ha permitido la supervivencia del ser humano.


Escrito por Juan Luis Ortega Rodríguez, fisioterapeuta y docente de INESALUD. 


¿Cómo funciona el dolor?

El dolor es una sensación compleja, resultado de una red bien organizada entre el sistema nervioso periférico y el sistema nervioso central. Para entenderlo también hay que conocer el concepto de nocicepción:

La nocicepción

La nocicepción es el componente de sensibilidad y discriminación del dolor. Es el mecanismo que activa las alertas y defensas del organismo. Ante un estímulo nocivo, como el calor de un fuego o la presión de un golpe, se activan los nociceptores, que captan la información y envían señales sensitivas. Estas se transforman en potenciales de acción, iniciando la respuesta protectora adaptativa.

El recorrido de la señal del dolor

La señal del impulso viaja a través de fibras nerviosas hacia el sistema nervioso central: desde los ganglios raquídeos, pasando por la médula espinal hasta el tálamo, que recoge la transmisión sensorial. De allí llega al córtex somatosensorial. Una vez en el cerebro, la información se traduce en “dolor”, lo que activa un mecanismo de defensa.

Factores que influyen en el dolor

El dolor no depende solo de la lesión física. También influyen factores emocionales (ansiedad, depresión) y cognitivos (creencias, experiencias previas). Existen además elementos que ayudan a disminuirlo, como el descanso, el tratamiento médico, el control mental y el afrontamiento activo.

Por tanto, el dolor es la suma de procesos fisiológicos influenciados por factores agravantes o protectores. De ahí que su percepción varíe según cada persona, sus creencias y su estado emocional.

dolor de rodilla

¿Qué pasaría si no sintiéramos dolor?

Existen enfermedades hereditarias como la analgesia congénita o la insensibilidad congénita al dolor, en las que las personas no perciben estímulos dolorosos. Aunque pudiera parecer un “superpoder”, la realidad es que estas personas viven en constante peligro, lo que demuestra la importancia vital del dolor.

Ejemplos de riesgos sin dolor

  • Quemaduras: el contacto con una sartén encendida pasaría de una lesión leve a una grave por falta de respuesta inmediata.
  • Heridas profundas: ignorar un corte podría provocar hemorragias o lesiones internas sin tratar.
  • Fracturas: sin dolor, la persona seguiría moviéndose y empeoraría la lesión, generando secuelas permanentes.
  • Accidentes graves: tras un choque o caída, el dolor obliga a inmovilizarse; sin él, cualquier movimiento brusco podría causar lesiones medulares.
  • Infartos: la ausencia del dolor típico en el pecho irradiado al brazo o mandíbula dificultaría el diagnóstico precoz, con consecuencias fatales.

El dolor como aliado de la supervivencia

A lo largo de la historia, el dolor ha sido y es un gran aliado para la supervivencia. No sentirlo aumenta la probabilidad de no sobrevivir, ya que impide evitar peligros o aprender de experiencias dañinas. Gracias al dolor hemos aprendido qué conductas y situaciones nos ponen en riesgo.

En definitiva, aunque no nos guste sentirlo, el dolor es un sistema de alarma fisiológico que protege, enseña y fomenta la atención y el cuidado cuando algo no funciona bien en el organismo. Es la señal que nos mantiene en alerta, nos impulsa a tratarnos y, en muchos casos, nos permite seguir vivos.

Referencias

Zegarra Piérola, J. W. (2007). Bases fisiopatológicas del dolor. Acta médica peruana24(2), 35-38.

Lewis, C. S. (2017). El problema del dolor (Vol. 5). Ediciones Rialp.

 

 

 

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