¿Comemos plástico? Microplásticos en la dieta

Microplásticos en comida

Es una realidad que vivimos inmersos en un mundo de plástico. Desde el envasado de alimentos hasta utensilios de cocina, el plástico siempre ha ofrecido soluciones prácticas y muy económicas a las empresas, pero la contaminación ambiental nos está dando serios avisos de su peligrosidad en la salud del planeta al completo.


Escrito por Magdalena Arias García, nutricionista y docente del área de nutrición de INESALUD 


¿Cómo llegan los plásticos a nuestros alimentos?

Durante la producción, el procesamiento, el envasado, el transporte o el almacenamiento, los materiales plásticos pueden liberar partículas microscópicas que terminan en el producto final. Además, muchos productos de consumo diario —como botellas de agua, recipientes reutilizables, envoltorios y utensilios— están fabricados con plásticos que, al degradarse, pueden desprender partículas que ingresan a nuestro organismo.

“Comemos plástico, sin ser conscientes”

Otra vía de contaminación es la ambiental. Los residuos plásticos presentes en océanos, ríos, suelos y aire se degradan en partículas de menos de 5 milímetros conocidas como microplásticos. Estas partículas pueden ser ingeridas por animales marinos y terrestres, incorporándose así a la cadena alimentaria, de hecho, ya se han identificado microplásticos en multitud de alimentos como son pescados, mariscos, sal marina, agua embotellada, miel y hasta frutas y verduras.

Evidencia científica: microplásticos en humanos y animales

La preocupación ha aumentado ante descubrimientos recientes que confirman la presencia de microplásticos en órganos humanos. Un estudio presentado en el congreso de la American Chemical Society en 2020 identificó microplásticos en tejidos como pulmones, hígado, bazo y riñones de personas fallecidas. Más recientemente, una investigación publicada en Environmental International (2022) detectó microplásticos en la sangre humana, lo que indica que estas partículas pueden atravesar barreras biológicas y distribuirse por el cuerpo. También  estudios realizados en peces, moluscos y aves han encontrado microplásticos en los sistemas digestivos e incluso en tejidos musculares, lo que sugiere una exposición continua en especies consumidas por la población.

Aunque aún no se conocen con exactitud los efectos a largo plazo en la salud humana, algunos estudios sugieren que los microplásticos podrían inducir respuestas inflamatorias, alterar funciones celulares y transportar sustancias químicas potencialmente tóxicas, como ftalatos, bisfenoles y metales pesados.

Comemos plástico

¿Quién regula el contenido de plásticos en los alimentos?

La Unión Europea ha comenzado a tomar medidas regulatorias para limitar la presencia de plásticos en el entorno y su impacto en la salud humana. El Reglamento (UE) n.º 10/2011 establece normas específicas sobre materiales y objetos plásticos destinados a entrar en contacto con alimentos, definiendo límites de migración de sustancias desde el material al alimento. Además, el Reglamento (CE) n.º 1935/2004 sobre materiales en contacto con alimentos garantiza que no traspasen sus componentes a los alimentos en una proporción que sea considerada un riesgo para la salud o incluso que provoque modificaciones organolépticas en el producto.

En España, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) sigue las directrices europeas y supervisa el cumplimiento normativo. Además, se ha avanzado en políticas nacionales como la Ley 7/2022 de residuos y suelos contaminados para una economía circular, que prohíbe determinados plásticos de un solo uso y promueve envases reutilizables, como es el caso de las antiguas pajitas de plástico que acompañaban a todo tipo de bebidas o zumos de pequeño tamaño.

¿Qué podemos hacer como consumidores?

Aunque la regulación avanza y se está ajustando para contemplar y/o analizar productos que puedan suponer un riesgo para la salud (como el caso del bisfenol A o los ftalatos), la toma de conciencia debe recaer también en las decisiones individuales, como:

  • Reducir el uso de plásticos en contacto con alimentos: evitar calentar alimentos en envases plásticos, especialmente en microondas, ya que el calor puede acelerar la liberación de partículas. Optar por recipientes de vidrio, acero inoxidable o cerámica.
  • Elegir alimentos frescos y a granel: los productos ultraprocesados suelen estar más envasados y ser más susceptibles a contaminación. Debemos priorizar alimentos frescos, mínimamente procesados y comprar sin envases plásticos. Esto podrá reducir el riesgo.
  • Consumir pescado de forma equilibrada y diversificada: aunque el pescado es una fuente valiosa de nutrientes, conviene diversificar su origen y variedad para minimizar riesgos.

Una cuestión de seguridad alimentaria

Aunque aún no se conocen con precisión los efectos crónicos de la exposición continuada, pero la acumulación de estas partículas en el organismo plantea interrogantes legítimos sobre su influencia en la salud humana, en especial en sistemas como el endocrino, inmunológico y digestivo.

A través de la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria), continúan evaluándose los posibles riesgos asociados a los microplásticos, si bien se reconoce que la investigación está aún en sus primeras etapas.

Llegados a este punto, la información es nuestra mejor herramienta. Conocer cómo llegan estas partículas a nuestros alimentos, cuáles son sus posibles riesgos, y qué alternativas podemos elegir, nos permite adoptar decisiones más responsables como consumidores.

Adoptar hábitos sostenibles ayuda a reducir estos impactos en nuestra salud y en nuestro entorno. En definitiva, actuar con criterio y conciencia.

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Referencias

Sarria-Villa, R. A., & Gallo-Corredor, J. A. (2016). La gran problemática ambiental de los residuos plásticos: Microplásticos. Journal de Ciencia e Ingeniería8(1).

Capilla-Juárez, U. Y., Guzmán-Vargas, L., Barron, C. H., & Ayala, S. M. (2024). Microplásticos en la mesa: el impacto de la contaminación en nuestros alimentos. RD-ICUAP, 114-123.

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