Agua envasada vs agua del grifo: salud y normativa
La elección entre agua del grifo y agua embotellada es más que una cuestión de sabor, conveniencia o precio. Tiene implicaciones para la salud pública, la nutrición individual y la sostenibilidad ambiental.
Aunque ambas opciones están sometidas a controles regulatorios específicos, existen diferencias relevantes en su origen, tratamiento y calidad final, y comprender estos aspectos es primordial para promover una hidratación adecuada, basada en criterios de seguridad, sostenibilidad y evidencia científica, evitando decisiones influidas únicamente por la publicidad o la percepción subjetiva de “pureza”.
Escrito por Cristina García Serrano, nutricionista y experta en formación sanitaria en INESALUD.
Marco normativo
El agua del grifo en países con sistemas regulados (como España) está sometida a legislación rigurosa que define parámetros microbiológicos, fisicoquímicos y de residuos. El cumplimiento de esos estándares garantiza que, en general, sea segura para la población sana.
Por su parte, el agua embotellada (sean aguas minerales, de manantial o tratadas) también está regulada, pero con diferencias en criterios y frecuencias de control, según la legislación nacional.
En España, dicha regulación se articula mediante diversos reales decretos que establecen los criterios técnicos-sanitarios de calidad, los controles de vigilancia y las normas específicas para aguas envasadas.
Para el agua potable destinada al consumo humano (incluyendo bebida, cocina, higiene y otros usos domésticos) se recoge la normativa básica del ámbito sanitario.
Real Decreto 3/2023, de 10 de enero, regula los “criterios técnico-sanitarios de la calidad del agua de consumo, su control y suministro”.
Este decreto define en su artículo 2, entre otras cosas, el concepto de “agua de consumo” (“agua para uso humano, tanto en locales públicos como privados”).
Asimismo, introduce requisitos sobre muestreo, frecuencia de análisis y gestión de riesgos en los sistemas de captación y distribución.
Y en la aplicación práctica se establece que los suministros deben garantizar que, a lo largo de la cadena, el agua cumpla con parámetros microbiológicos, fisicoquímicos y de contaminantes emergentes, en línea con la directiva europea sobre calidad del agua destinada al consumo humano.
Y en cuanto al agua embotellada, la regulación es distinta a la anterior, ya que su proceso de explotación, envasado y comercialización conlleva normas específicas.
El Real Decreto 1798/2010, de 30 de diciembre de 2010, regula la explotación y comercialización de aguas minerales naturales y aguas de manantial envasadas para consumo humano.
Y a su vez, el Real Decreto 1799/2010, de 30 de diciembre de 2010, regula el proceso de elaboración y comercialización de aguas preparadas envasadas para consumo humano.
Y aunque estas normas han sufrido modificaciones recientes, por ejemplo con el Real Decreto 2/2023, de 10 de enero, actualmente siguen vigentes.
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Composición nutricional
El agua puede aportar minerales esenciales para el organismo, aunque su contribución relativa depende de factores ambientales, geológicos y tecnológicos.
La mineralización del agua está condicionada por el tipo de suelo por el que discurre, la presencia de rocas sedimentarias ricas en carbonatos y el tipo de tratamiento recibido antes de su distribución.
Este perfil mineral, además de determinar propiedades sensoriales como el sabor y la “dureza” del agua, puede tener implicaciones nutricionales en determinados grupos de población.
Los principales minerales presentes de forma natural o tras el tratamiento son:
- Calcio: contribuye a la salud ósea, contracción muscular y transmisión nerviosa. Las aguas de media-alta mineralización pueden aportar cantidades relevantes en dietas con bajo consumo de lácteos.
- Magnesio: participa en más de 300 reacciones enzimáticas, incluyendo la síntesis proteica y el metabolismo energético. Aguas moderadamente duras pueden contribuir a mejorar su ingesta total.
- Sodio: fundamental para la regulación hídrica y la función nerviosa; sin embargo, aguas con alto contenido en sodio no son adecuadas para personas con hipertensión, insuficiencia renal o dietas hiposódicas.
- Bicarbonato: puede actuar como tampón ácido y ser útil en deportistas o personas con acidez gástrica frecuente.
- Sulfato: en concentraciones elevadas puede tener efecto laxante, particularmente en niños y personas sensibles.
- Flúor: en bajas concentraciones contribuye a la mineralización dental; en exceso, puede producir fluorosis.
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Pros y contra de cada opción
Beber agua del grifo generalmente tiene bajo coste, buena regulación, menor impacto ambiental (menor uso de plástico, transporte, residuos) y buen aporte cuando la calidad es adecuada. Además, puede contener minerales y flúor en el caso de red fluorada.
Algunas revisiones señalan que para la mayoría de la población, esta agua de grifo es la opción que más prefieren, en caso de que su consumo sea seguro
Sin embargo, puede presentar variabilidad local en la calidad del agua, sabor u olor que pueden disuadir del consumo. E incluso en algunos casos, si esta se suministrase a personas inmunodeprimidas, sometidas a determinados tratamientos o en zonas con bajas infraestructuras, puede requerirse un tratamiento adicional o descartarse su consumo.
Y sobre el agua embotellada, en general, es un agua que tiene una mayor percepción de pureza o mejor sabor, así como disponibilidad en zonas donde el agua de grifo no cumple estándares o no es de confianza. Además, ofrece formatos cómodos para el transporte.
En contraposición, tiene un coste mucho más alto, un mayor impacto medioambiental debido al uso excesivo de recursos y residuos plásticos. Además, no necesariamente tiene un menor riesgo de contaminantes e incluso en algunas aguas embotelladas la mineralización puede ser excesiva o la composición no indicada claramente para personas con necesidades especiales. Por ejemplo, alta mineralización puede significar alto sodio para hipertensos.
En conclusión, la mayoría de la población en España considera el agua de grifo segura, económica y más sostenible, siempre que cumpla la normativa vigente. Pero también considera que en situaciones específicas o cuando la calidad local es deficiente, el agua envasada puede ser útil.
Esto respalda la necesidad de promover una elección informada basada en evidencia científica, adaptada al contexto individual y evitando que las decisiones se fundamenten únicamente en percepciones subjetivas o mensajes comerciales.