Dietas restrictivas: riesgos reales para tu salud

Dieta restrictiva

Las dietas restrictivas son uno de los recursos más habituales para bajar de peso de forma rápida. Sin embargo, su uso sin la adecuada supervisión profesional puede conllevar riesgos importantes para la salud. Por ello, surge la duda: ¿es beneficioso o peligroso este tipo de abordaje nutricional?


Escrito por Cristina García Serrano, nutricionista y docente del área de nutrición de INESALUD. 


¿Qué es una dieta restrictiva?

Una dieta restrictiva es aquella que limita de forma significativa la cantidad total de energía que una persona consume al día, con el objetivo de provocar la pérdida de peso corporal mediante un balance energético negativo. Esta restricción puede centrarse en la reducción de calorías a nivel global, en la eliminación de ciertos grupos de alimentos o en la modificación radical de los horarios de ingesta, como ocurre en las dietas de ayuno.

Desde un punto de vista clínico y nutricional, no todas las dietas restrictivas tienen el mismo nivel de restricción, por lo que sus efectos en la salud pueden variar.

Se pueden clasificar en función de su contenido calórico y del grado de control requerido en

  • Dietas hipocalóricas moderadas: son las más empleadas en el abordaje nutricional de la obesidad. Consisten en reducir entre 500 y 1.000 kilocalorías diarias respecto al gasto energético habitual del individuo, lo que permite una pérdida de peso progresiva y sostenida de entre 0,5 y 1 kg/semana. Suelen aportar entre 1.200 y 1.500 kcal/día, y respetan las recomendaciones mínimas de macronutrientes, vitaminas y minerales.

La ventaja que ofrecen frente a las otras es que pueden mantenerse a medio y largo plazo sin comprometer la salud.

  • Dietas de muy bajo contenido calórico: se trata de intervenciones mucho más restrictivas que no superan las 800 kcal al día, incluso en algunos casos se sitúan por debajo de las 600 kcal. Estas dietas intentan provocar una rápida pérdida de peso en personas con obesidad severa o con indicación médica concreta, como por ejemplo como preparación antes de una cirugía bariátrica.

Su aplicación debe estar muy limitada en el tiempo, normalmente entre 12 y 16 semanas y siempre bajo estricto control médico nutricional, debido al riesgo de efectos secundarios graves si se implementa de forma incorrecta o de forma prolongada en el tiempo.

  • Ayuno terapéutico o ayuno modificado: Consiste en una ingesta calórica mínima, normalmente inferior a las 300 kcal/día, en forma de líquidos como caldos vegetales, infusiones o zumos naturales. Esta modalidad se utiliza en entornos clínicos muy controlados, y no se debe intentar imitar fuera de entornos supervisados.

Aunque se ha comprobado que puede aportar beneficios en ciertos contextos metabólicos, su aplicación generalizada presenta controversia, ya que puede derivar en carencias nutricionales, hipoglucemias o síndrome de realimentación si no se gestiona de forma adecuada.

Pero además de la restricción de calorías, también hay dietas en las se excluyen grupos de alimentos completos, como en las dietas en las cuales no se pueden consumir hidratos de carbono o dietas monótonas en las que solo se consume un único alimento. Aunque al principio algunas de estas dietas pueden inducir la pérdida de peso, suelen ser insostenibles a largo plazo y pueden generar trastornos metabólicos, digestivos o psicológicos.

Peligro dieta restrictiva

Efectos sobre el organismo

Cuando estas dietas son muy hipocalóricas o se realizan durante largos períodos de tiempo, se producen una serie de adaptaciones fisiológicas que buscan preservar la homeostasis energética del organismo. Estas respuestas metabólicas pueden tener consecuencias beneficiosas si el abordaje es adecuado, pero también efectos adversos importantes si la intervención se realiza sin control médico o con planteamientos desequilibrados.

  • Adaptaciones metabólicas: cuando el organismo detecta una reducción significativa en la ingesta energética, activa mecanismos de ahorro. Es por ello por lo que el metabolismo basal tiende a disminuir para compensar el menor aporte calórico, un fenómeno conocido como adaptación metabólica o termogénesis adaptativa. Esta respuesta puede dificultar la pérdida de peso sostenida, lo que favorece el estancamiento.

Además, si la restricción calórica es excesiva y la dieta no incluye un aporte adecuado de proteínas, el cuerpo empieza a utilizar tejidos magros (especialmente masa muscular) como fuente energética. Esto implica una pérdida de masa muscular que, a largo plazo, compromete la composición corporal y puede afectar de forma negativa al metabolismo.

  • Alteraciones electrolíticas e hídricas: la pérdida de peso inicial en dietas muy restrictivas suele deberse, en gran parte, a una pérdida de agua corporal. Esto ocurre por la movilización del glucógeno almacenado, que retiene agua en proporción significativa. La diuresis osmótica resultante puede provocar deshidratación y pérdida de electrolitos como sodio, potasio, magnesio y calcio.

Y estas alteraciones pueden manifestarse con mareos, debilidad, hipotensión ortostática, cefaleas o calambres musculares, y si no se corrigen a tiempo, pueden comprometer la función cardiovascular o neuromuscular.

  • Síntomas clínicos frecuentes: durante una dieta muy hipocalórica o mal equilibrada es normal que aparezcan algunos signos, derivados de la restricción energética y de la carencia de nutrientes asociada como sensación de hambre constante, estreñimiento y sequedad cutánea, halitosis, trastornos menstruales, náuseas, diarrea o dolor abdominal.

Aunque algunos de estos signos son transitorios, pero su aparición sostenida puede ser indicativo de que la dieta no está correctamente diseñada.

Efecto rebote de las dietas restrictivas

Uno de los riesgos más conocidos de las dietas restrictivas es el llamado “efecto rebote” o “recuperación ponderal post-dieta” que se produce cuando una persona recupera el peso perdido tras finalizar una dieta, e incluso, puede llegar a superarse su peso inicial. Este fenómeno ocurre especialmente cuando la pérdida de peso ha sido muy rápida o no ha ido acompañada de una modificación real del estilo de vida.

Es importante destacar que el efecto rebote no es únicamente el resultado de una falta de voluntad o disciplina, sino una consecuencia de una serie de respuestas adaptativas del organismo que tiene como finalidad mantener la estabilidad energética en todo momento.

Varios estudios longitudinales muestran que entre el 80 y 90% de las personas que pierden peso con dietas hipocalóricas recuperan total o parcialmente el peso perdido en un plazo de 3 a 5 años. Además, esta recuperación suele venir acompañada de una mayor proporción de grasa visceral con las implicaciones metabólicas que ello conlleva, como son la resistencia a la insulina, inflamación crónica de bajo grado, dislipemias, entre otras.

Además, diversos estudios experimentales realizados tanto en humanos como en animales, han demostrado que el efecto rebote es un fenómeno cuantitativo, pero también cualitativo, ya que el perfil metabólico puede llegar a ser más desfavorable que antes de la pérdida de peso, puesto que se pueden producir alteraciones crónicas en el eje hipotalámico y en la sensibilidad a hormonas reguladoras del apetito.

Conclusión

En conclusión: las dietas restrictivas pueden tener utilidad en algunos tratamientos, pero solo y cuando estén diseñadas y supervisadas por profesionales. Sin embargo, un uso indiscriminado o prolongado suele estar acompañado de un mayor riesgo a nivel metabólico, nutricional y psicológico que debe ser considerado.

Hay que destacar que cualquier intervención dietética debe priorizar el equilibrio, la variedad y sobre todo la educación alimentaria, puesto que son los pilares del cambio a largo plazo.

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Referencias

Jiménez Martínez, K., & Mosquera Rayo, E. (2022). Dietas restrictivas.

Albácar, C. E. (2000). Tipos de dietas restrictivas para el tratamiento de la obesidad. Medicina naturista, (2), 96-102.

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