Neumonía
La neumonía es una enfermedad respiratoria caracterizada por la inflamación del parénquima pulmonar, generalmente causada por agentes infecciosos como bacterias, virus o, con menor frecuencia, hongos. Este proceso inflamatorio altera la función del intercambio gaseoso en los alvéolos, produciendo síntomas clínicos como fiebre, dificultad para respirar, tos productiva o seca, y dolor torácico. En casos graves, puede derivar en insuficiencia respiratoria y requerir ingreso hospitalario o cuidados intensivos, especialmente en personas con sistemas inmunitarios debilitados o en extremos de la vida como los recién nacidos y los adultos mayores.
Tipos de Neumonía
Desde un enfoque etiológico, se reconocen varios tipos de neumonía. La neumonía adquirida en la comunidad (NAC) es la forma más común y suele estar producida por bacterias como Streptococcus pneumoniae, considerado la causa más común de neumonía bacteriana en múltiples grupos etarios. En el contexto nosocomial, se habla de neumonía adquirida en el hospital (NAH), que suele aparecer después de 48 horas de hospitalización y está frecuentemente relacionada con gérmenes multirresistentes. Otra clasificación es la neumonía asociada a la atención médica, que engloba a pacientes que, aunque no están hospitalizados, tienen contacto frecuente con entornos sanitarios.
Entre las causas virales, la neumonía viral suele producirse por adenovirus, virus de la influenza o, recientemente, coronavirus. Aunque frecuentemente es autolimitada, puede complicarse en poblaciones vulnerables. Es importante destacar que los síntomas de la neumonía viral pueden ser indistinguibles clínicamente de los de origen bacteriano, lo que subraya la necesidad de pruebas complementarias.
En cuanto a los factores de riesgo, destacan las enfermedades crónicas pulmonares o cardíacas, el tabaquismo, la desnutrición, la edad avanzada, el consumo de alcohol, la inmunosupresión y la hospitalización prolongada. Además, en pacientes con alteraciones del nivel de conciencia o disfagia, la aspiración puede actuar como mecanismo directo para causar la neumonía.
El diagnóstico clínico debe confirmarse mediante pruebas complementarias. La radiografía de tórax continúa siendo la herramienta inicial más utilizada para confirmar la presencia de consolidaciones pulmonares. En ciertos casos, se requiere una tomografía computarizada para un estudio más detallado. También son útiles las pruebas microbiológicas para identificar el agente etiológico, incluyendo hemocultivos, cultivos de esputo y antígenos en orina. El hallazgo de patógenos en el torrente sanguíneo es indicativo de infección grave.
Tratamiento de la neumonía
El tratamiento varía según la etiología. En las neumonías bacterianas, se administra antibioterapia empírica, que debe ajustarse una vez se identifican los agentes causales. En casos graves, puede ser necesario administrar fármacos por vía intravenosa. En las neumonías virales, el tratamiento suele ser de soporte, aunque en algunas situaciones se recurre a antivirales específicos. El tratamiento sintomático y el soporte respiratorio también son fundamentales en todos los tipos de neumonía.
La atención médica temprana mejora el pronóstico, especialmente en personas con comorbilidades o inmunosupresión. Es importante educar sobre cómo prevenir la neumonía, especialmente en grupos de riesgo. Las estrategias incluyen vacunación contra el neumococo y el virus de la influenza, evitar el tabaquismo, mantener un buen estado nutricional y tratar de forma adecuada las enfermedades crónicas.
En pediatría, la neumonía sigue siendo una causa importante de morbimortalidad, sobre todo en países con recursos limitados. En recién nacidos, las formas más graves pueden aparecer rápidamente, y los síntomas pueden ser sutiles, por lo que la vigilancia clínica es clave.
Conclusión
La neumonía sigue siendo una patología con implicaciones clínicas relevantes. Conocer su fisiopatología, reconocer los signos de alarma y garantizar un tratamiento temprano y adecuado son aspectos que marcan la diferencia en su evolución.