Hiperemia

La hiperemia es el aumento del flujo sanguíneo en un órgano, vena o tejido. En consecuencia, se forma una acumulación de sangre inusual en alguna zona del cuerpo, con una consecuente congestión de los vasos sanguíneos.  

Puede ser un proceso natural para responder a necesidades específicas del cuerpo, pero también puedo suponer un problema para la salud. Por esta razón, deben evaluarse las causas del flujo sanguíneo inusual. Existen dos tipos principales de hiperemia. 

Hiperemia activa: ocurre cuando hay un incremento en el flujo sanguíneo por una demanda mayor de sangre. Se produce por la dilatación de las arterias que alimentan un órgano o tejido, y tiene causas naturales como el ejercicio intenso. Normalmente, es una respuesta para garantizar el suministro adecuado de oxígeno y nutrientes mediante la sangre.  

Hiperemia pasiva: se asocia con una disminución del drenaje venoso, es decir con una dificultad para que la sangre salga correctamente de un órgano. También se conoce como congestión de los vasos sanguíneos. 

Además, también existe la hiperemia reactiva, que sucede cuando hay algún accidente o situación que dificulte el flujo de la sangre. Por ejemplo, cuando se aprieta con una banda elástica el brazo antes de extraer sangre.  

Existe el término de hiperemia conjuntival, usado para hablar específicamente de la hiperemia que ocurre en los ojos. Esta es visible cuando la parte blanca del ojo se torna roja, por el aumento de sangre.  

Causas de la hiperemia 

Cada tipo de hiperemia tiene causas diferentes, pues una responde a procesos naturales, mientras que la otra señala algún problema con la circulación sanguínea. 

Hiperemia activa 

Digestión. Después de ingerir alimentos, el estómago y los intestinos demandan un mayor flujo sanguíneo para descomponer los alimentos y absorber los nutrientes esenciales. Por esto, se moviliza sangre hacia el estómago. 

Ejercicio. Provoca un aumento en la demanda de oxígeno por parte del corazón y los músculos activos. En respuesta, la sangre fluye hacia estos órganos, suministrándoles la cantidad necesaria de oxígeno. Se estima que durante la actividad física los músculos pueden requerir hasta 20 veces más flujo sanguíneo de lo habitual. 

Temperaturas altas. En situaciones de calor extremo o fiebre, el organismo busca liberar calor moviendo la sangre hacia la piel. Este proceso contribuye a regular la temperatura corporal y a mantener un equilibrio térmico adecuado. 

Inflamación. En casos de lesiones o infecciones, se produce un incremento en el flujo sanguíneo en la zona afectada como respuesta a la inflamación. Esta hiperemia es un componente esencial del proceso de curación. 

Menopausia. Las mujeres experimentan sofocos, causados por la falta de estrógenos durante la menopausia, que generan un aumento en la irrigación sanguínea en la piel, especialmente en la cara, el cuello y el pecho. Este enrojecimiento es una respuesta fisiológica similar a los cambios en el flujo sanguíneo. 

Hiperemia pasiva 

La hiperemia pasiva se manifiesta cuando la sangre no puede drenar adecuadamente de un órgano, resultando en la acumulación en los vasos sanguíneos. Las causas subyacentes de este fenómeno incluyen la dilatación de los vasos sanguíneos debido a inflamaciones provocadas por diversas condiciones como alergias, fatiga, infecciones, irritantes oculares, entre otras.  

Además, la insuficiencia cardiaca o ventricular contribuye a la hiperemia pasiva, ya que la incapacidad del corazón para bombear eficientemente la sangre puede causar acumulación y congestión en órganos como el hígado, pulmones, bazo y riñones. La trombosis venosa profunda (TVP), caracterizada por coágulos en venas profundas, y la trombosis venosa hepática (TVH), una obstrucción hepática por coágulos sanguíneos, también son factores desencadenantes de este tipo de hiperemia. 

Síntomas de la hiperemia 

Reconocer los síntomas de la hiperemia pasiva es crucial para diagnosticar y abordar adecuadamente esta condición. Los signos pueden variar según el órgano o tejido afectado. Algunos de los síntomas comunes incluyen: 

  • Enrojecimiento de la piel 

  • Aumento de la temperatura local  

  • Hinchazón 

  • Fiebre 

  • Dolor en las piernas u otras zonas  

  • Latidos cardiacos acelerados  

  • Calambres en las piernas o pies 

Tratamiento de la hiperemia 

El tratamiento de la hiperemia depende en gran medida de su causa subyacente y del órgano o tejido afectado. Los tratamientos pueden incluir medicamentos que ayuden a regular la dilatación de las arterias o abordar condiciones subyacentes como la hipertensión, la diabetes o la insuficiencia cardiaca.  

A su vez, el ejercicio, una dieta saludable para el corazón y mantener un peso adecuado son factores importantes para el cuidado del sistema cardiovascular.